"No busquemos en lo alto a quien está en los pequeños" |
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
-- En la cátedra de Moisés se han sentado
los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no
hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos
lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los
hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y
ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los
banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan
reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en
cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro
maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a
nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No
os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero,
Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Palabra del Señor.
VÍDEO:
Comentario al Evangelio (para saber más).
LA CATEDRA DE MOISÉS
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Probablemente, mis queridos jóvenes
lectores, no os habéis entretenido en saber qué es eso de la “cátedra de
Moisés”. Os confieso que a mí, durante mucho tiempo, me pasó lo mismo.
Cambio un día, visitando las ruinas de Corozaín, en la baja Galilea. Un
cartel me advirtió que aquello que estaba pegado a la pared, era “la
cátedra” de la sinagoga (sinceramente, se trata de una copia, el
original está en el museo de Israel). Como no me conformo con mirar y
fotografiar, he hecho las oportunas averiguaciones, que os voy a
resumir. Los israelitas se sentaban habitualmente en el suelo, tanto
para hablar, como para comer o escuchar. Ocupar un lugar elevado, era un
signo de superior categoría. Los maestros que ejercían en los pórticos
del Templo, lo hacían sobre una simple piedra (Acordaos de Rabí Gamaliel
y Pablo discípulo a sus pies, como él mismo reconoce), los soberanos se
sentaban en un trono.
2.- Las sinagogas tenían una especie de
conserje-director-gerente, que ejercía una cierta autoridad. Tal vez
deberíamos llamarle moderador. Era quien protegía los rollos de la Ley y
los guardaba. Quien escogía al capacitado para leer el fragmento de la
Ley que tocaba, escrito en lengua hebrea, traducirlo a la común de
entonces, el arameo, y explicarlo, señalando las exigencias
correspondientes. Generalmente eran muy versados. En sus escuelas, lo
tenían todo medido y calculado. Sus comentarios corresponderían, de
alguna manera, a lo que hoy llamamos homilía. Esta función la ejercían
en la cátedra de la que os he hablado al principio que, vuelvo a
repetiros, no era un cómodo sillón. Pero quien en él reposaba y
predicaba, evidentemente, gozaba de respeto y prestigio social, más o
menos justamente conseguido. Es de ellos de los que Jesús habla en el
fragmento que leemos en la misa de hoy.
No hay ahora cátedras de tal categoría,
pero algo semejante ocurre con conferenciantes y escritores. Dotados de
gran erudición algunos, deslumbran al auditorio. Les advierten que hasta
entonces se habían ignorado muchas cosas y aceptado costumbres
equivocadas. Ellos se atreven a proclamar ideas que a nadie se les había
ocurrido antes. Quien escucha deberá aceptar, si no quieren caer en el
ridículo, aseguran. Dictan normas hasta entonces desconocidas, según
afirman, que el auditorio servilmente debe cumplir. Cuando se han
cargado todo lo que los demás venían conservando y ellos han condenado,
desaparecen de la escena. Boquiabiertos se quedan los oyentes, sienten
haber vivido hasta entonces equivocados. Pero acertadamente no se
contentan con discursos, quieren testimonios y no los encuentran. El
Señor advierte: escuchad verdades, pero no imitéis comportamientos de
los tales. ¡Cuantos hoy en día, acabada su diatriba, alarmado el
auditorio con sus calculadas estadísticas sobre el hambre y se retiran
de inmediato a gozar de una opípara cena en un restaurante! (es sólo un
ejemplo).
3.- No ignoréis las injusticias que se cometen,
no desconozcáis la corrupción de algunos gobernantes, no seáis ajenos a
tantas arteras maniobras comerciales. Pero en vuestro proceder, mis
queridos jóvenes lectores, sed coherentes con vosotros mismos. Que si un
día tenéis sed y os limitáis a beber un vaso de agua, privándoos de una
“cola”, vuestro pequeñito sacrificio, es más útil que si plantáis
carteles subversivos, de los que se aprovecharán grupos que
probablemente quieren manipularos.
4.- Tampoco deis demasiada importancia a
titulaciones académicas, a condecoraciones. Desconfiad de populacheros,
del género que sean. Solo Jesús no engaña. El Jesús que promete y sufre
la angustia de Getsemaní. El que huye de que lo hagan rey y reconoce
serlo cuando maniatado y ultrajado, está a punto de ser ajusticiado. El
que por este camino conduce su vida, y trata de que se le asemeje,
resucitará con el Maestro.
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