21 de octubre de 2009

¿Quiénes son los "Bartimeos" de hoy?

1.- Hace dos semanas leíamos como el joven rico le decía a Jesús: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. La semana pasada, los Zebedeos le decían: “Queremos que hagas lo que te vamos a pedir”. Hoy es el mismo Jesús el que le dice al ciego Bartimeo: “¿Qué quieres que haga por ti?” ¡Vaya pregunta! Si Jesús nos la hiciera a cada uno de nosotros, ¿qué pediríamos? ¿Pediríamos la salvación, como Bartimeo? ¿O pediríamos satisfacer nuestras necesidades materiales? Es interesante pensarlo. Para centrar este evangelio de hoy, voy a irme atrás en el tiempo, a donde nos lleva la primera lectura. El pueblo de Israel ha vivido en el destierro de Babilonia. Han perdido su propia tierra, su Templo, y piensa que hasta Dios se ha olvidado de ellos. Pero llega el momento de volver a Jerusalén. Y lo hacen unos pocos, “el resto de Israel”, pero lo hacen con alegría. “Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas”. Algunos de ellos se quedan “al borde del camino”, por su enfermedad, sinónimo de su pecado para la mentalidad judía, que les impide vivir con dignidad.

2.- Precisamente en las afueras de Jericó está Bartimeo. Está sentado “en los márgenes de la vida” pidiendo limosna. No puede hacer otra cosa. Su condición de ciego ha hecho que la sociedad le rechace y lo arrincone por pecador, porque “no es ni piensa como nosotros”. Pero… ¡qué curioso! Son precisamente los pobres, los “arrinconados”, los primeros en reconocer a Jesús: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Para un judío como Bartimeo, llamar a alguien “Hijo de David” era reconocerle como el Mesías. Este pobre ciego arrinconado, que no ve exteriormente, ha sabido “ver” y descubrir a Jesús como el Mesías Hijo de Dios.
“Ánimo, levántate, que te llama”. Jesús reconoce la fe de Bartimeo y pone en juego a sus seguidores, a la comunidad. Es precisamente la comunidad la que acoge al ciego, le anima, le pone en pié y le ayuda a reconocer la llamada de Jesús a una vida más digna. Esa es la tarea que en la Iglesia Dios nos invita a hacer con los “arrinconados” de hoy. El ciego Bartimeo se comporta como un auténtico discípulo. Primero testimonia y proclama su fe en Jesús de Nazaret como Mesías, después la traduce en oración perseverante y confiada, y finalmente se libera de lo que le impide un encuentro personal con Jesús e, iluminado por Él, le sigue. “Anda, tu fe te ha curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino”. Es una auténtica lección la que Jesús nos da hoy en este evangelio a nosotros, sus discípulos, para que no nos olvidemos de los más pobres y de nuestro compromiso con ellos.

3.- ¿Quiénes son los “Bartimeos” de hoy? ¿A quién encontramos tirados “al borde del camino” de la vida? ¿Qué produce estas situaciones? ¿Qué papel jugamos nosotros como cristianos ante estas realidades? A Jesús le pedimos, como el ciego, que “veamos” estas realidades, que no pasemos de largo, que nos convirtamos en “prójimos” de los “arrinconados” por la sociedad. Caritas, Pobreza Cero y muchas otras organizaciones, cristianas y no cristianas, ya están “embarcadas” en esta tarea de hacer del mundo un lugar mejor y más digno para todas las personas, sin distinción. Así nos lo enseñó Jesús de Nazaret. El Evangelio abre siempre nuevas posibilidades de una vida más digna y más justa para todos, nuevas esperanzas, nuevos retos…
Al sentarnos hoy “alrededor de la mesa” de la Eucaristía nos comprometemos a ser esa comunidad de discípulos del Nazareno que abre sus puertas, sus corazones y sus vidas a los “preferidos” de Jesús, a ser una Iglesia más acogedora y más samaritana.

Por Pedro Juan Díaz

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