Un Dios que alienta y sostiene, un Jesús que da esperanza a sus discípulos, a sus amigos; eso es lo que nos muestra el Evangelio de este domingo.
Jesús sube a orar al monte Tabor con Juan, Pedro y Santiago, los mismos tres que después le acompañarán al huerto de Getsemaní. Y lo hace para mostrarles cómo es plenamente, para mostrarles la gloria de su ser Dios.
En el capítulo de Lucas en el que no narran este momento, se nos cuentan previamente dos hechos. La llamada, la invitación de Jesús a seguirle, el envío a proclamar la Buena Nueva. Después, el anuncio de la Pasión: todo esto nos va a hacer pasar por un trago amargo, y a mí y a algunos de vosotros, por la cruz. No les oculta nada, es sincero, no engaña…
Y finalmente, la transfiguración. No les deja abandonados a su suerte, quiere que mantengan la esperanza y les muestra que todo tiene una razón de ser…
En la adaptación del Evangelio que se usó en la convivencia de este fin de semana en Los Molinos, decíamos a los muchachos: “pudieron ver todo aquello, y lo grande que parecía Jesús, y que nada malo podía ya pasarles”.
Pues bien. Sigamos caminando hacia la Pascua con esa esperanza del Tabor. Con esa luz. Volviendo a Dios sostenidos por Dios mismo…
AQUÍ OS DEJO LA REPRESENTACIÓN DEL EVANGELIO EN LA CONVIVENCIA
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