Mc. 12, 38-44.
En aquel tiempo enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
-- ¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa.
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo:
-- Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.
Por Ángel Gómez Escorial
1.- En el evangelio de Marcos de hoy, en su preparación para el uso litúrgico, las primeras líneas pueden omitirse. Y en ellas, Jesús continúa advirtiendo a sus discípulos sobre los responsables de la religión oficial judía. Hoy les toca a los letrados a quienes acusa de devorar los bienes de las viudas. El escalón más bajo de la sociedad hebrea lo formaban, sin duda, de las viudas. Muy pocas contaban con bienes suficientes para vivir. Y si los letrados devoraban sus pocas posesiones estaban, sin duda, abusando de las más pobres e indefensas. Desde luego, tampoco hace falta el párrafo que se omite, pues con las palabras “Estando sentado (Jesús) enfrente del cepillo del templo…” se centra perfectamente el relato. Pero merece la pena citarlo y situarlo en su contexto de abuso oficial contra lo que luchaba ardorosamente Jesús de Nazaret.
Sin duda, la gran protagonista del relato de Marcos de hoy es la viuda que echa en el cepillo del Templo todo lo que tiene y aunque es muy poco, dos monedas de mínimo valor, su limosna vale más que todas las que se han depositado y las que depositarán. Y, entonce, surge la pregunta: ¿Tenemos de darlo todo? ¿No era justo y suficiente el diezmo que fariseos, escribas y doctores daban? ¿Cuánta gente, hoy incluso piadosa, da el 10 por ciento de sus ingresos a los pobres o a las necesidades de la Iglesia? Pues, muy pocos, muy pocos. ¿Y, entonces, que nos está pidiendo Jesús: una conducta heroica? Sí, sin rodeos. Al menos es heroica para el tipo de vida que nos hemos creado nosotros. Y si el domingo pasado, en la solemnidad de Todos los Santos, Jesús nos comunicaba su programa presente en las Bienaventuranzas también nos estaba hablando de heroísmo, de recibir la felicidad a partir de una conducta casi imposible de entender y cumplir. ¿Y no es heroico también amar a los enemigos o no pedir la devolución de los préstamos o dar la capa además del manto? Sí lo es. Pues queda claro. Pero que hay que insistir: es heroico en función del estándar de vida que nos hemos creado casi de espaldas al cristianismo.
2.- La viuda del templo podría haber pasado sin dar nada, porque casi nada tenía. O a lo sumo haber depositado la mitad, un céntimo. E intentar conseguir algo con la otra moneda o guardarla para que cuando tuviera algo más y así comprar alimentos. Prácticamente, sería ella quien debería pedir limosna y no darla. Se podría pensar que el Señor “se inventa” ese ejemplo para conseguir algo muy válido para enseñar. Pero Jesús no hizo otra cosa que constatar lo que había visto. En efecto, una viuda entregó todo lo que tenía porque pensó que habría otros más necesitados. Jesús de Nazaret se basaba siempre en hechos ciertos, vistos y vividos por él, contemplados por su enorme capacidad de observación. ¿Tiene importancia para el relato en cuestión que la viuda existiese o no? Claro que sí, porque para Jesús era –es—importante constatar que hay personas buenas, de gran caridad y dedicación, que pueden servir de auténtico ejemplo. Y no sólo como una figura dialéctica. Hay en el mundo muchas personas que constituyen un ejemplo total y ellas son las que están al lado del Señor Jesús, aunque, realmente, como la viuda del cepillo del templo no le conozcan. Por lo tanto la condición heroica que vemos nosotros en algunos comportamientos es menos rara de lo que pensamos. Lo malo –lo verdaderamente malo—es que para nosotros resulte extraordinario lo que Jesús nos pide todos los días.
3.- Y la clave está aquí. Jesús vino al mundo hace más de dos mil años. Enseñó una doctrina completa, fuerte, dura, en definitiva, realista. Pero, asimismo, durante un poco menos de esos dos mil años los seguidores de Jesús hemos estado atenuando su doctrina para poder vivir más tranquilamente o, también, para adoptarnos a la sociedad en la que vivimos, no necesariamente presida por el pensamiento de Jesús. Porque, sinceramente, ¿quién piensa hoy en las bienaventuranzas? La respuesta está en cada uno de nosotros. Es más que probable que pasado un poco de tiempo, y cuando el cristianismo se incardinó en la cercanía de un sistema público fuerte y bien construido como lo era el Imperio Romano, prefirió las “generales de la ley” del Imperio, que el pensamiento de Jesús que había sido capaz de ver como una viuda daba lo que tenía y muchas personas esperaban ser dichosos a partir de una vida de pobreza o de mansedumbre.
4.- Jesús miró con simpatía al joven aquel que quería seguirle pero que no quiso venderlo todo porque era muy rico. Hay, sin duda, en estos tiempos de mucho lujo y de mucho dinero, gentes que lo dejan todo y que deciden vivir en pobreza total, como son muchos de los consagrados y consagradas que pueblan, gracias a Dios, muchas instituciones de la Iglesia. Incluso, hoy no se puede decir que un joven que entra en el seminario para llegar a ser sacerdote lo haga para resolver su vida, como, tal vez, ocurría hace años. Hoy, ese joven ya sabe que será pobre y que su seguridad dependerá --¡es así!—de su fe, porque cualquier otra actividad le pueda dar mucho más que su trabajo en el sacerdocio. Lo que le hace mantenerse en su sacerdocio es ese sentido de la ayuda a los demás y la entrega a Dios. Es decir, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, incluso más. Hay mucha gente –incluso no pocos católicos—que creen que ser cura es un chollo que no está amenazado por el paro. Y, sin embargo, con la cuantía –aunque sea temporal—de muchos ejemplos de subsidio individual de desempleo, podrían vivir para curas. Esto es así. Sigue habiendo gente que vive el camino trazado por Jesús de Nazaret y, además, son felices.
5.- Hemos de mirar a Jesús de manera realista. Alejarnos de la idea de que es fósil, una persona de otro tiempo. Que, asimismo, puede resultar entrañable, pero que hay en la vida otras cosas inevitables y necesarias. El dinero, el éxito, el poder, el prestigio, los millones, el lujo o, incluso, la mayor sabiduría que puede dar el dinero. ¿Para qué tenía el joven que se acercó a Jesús venderlo todo y seguirle? ¿No resulta más lógico que se hubiera convertido algo, que hubiera seguido cumpliendo las normas de la religión oficial, y que además diera algo de su dinero a los más pobres? ¿No parece esto más lógico? No lo es. Por más duro que nos resulte. Porque Él lo dijo bien claro, no tenía donde reclinar la cabeza, ni madriguera donde descansar a cubierto de las inclemencias de campo. Hemos de intentar que nuestra Iglesia, que la vida en nuestras parroquias, en los movimientos, en las cofradías sea lo más alejado posible de la religión oficial de los judíos. Y que ni una brizna de fariseísmo salpique a esos lugares cristianos. Claro que el camino es difícil y largo. Pero posible. Jesús lo sabe y por eso, hoy, nos ha hablado de la viuda del templo. Debemos tener en cuenta, muy en cuenta, y no dejarlo pasar como un relato antiguo, como una historia del pasado. Jesús está cerca, a nuestro lado, y hay gentes que han sabido seguirlo, aun en la suprema dificultad. ¿Y nosotros? ¿Sabemos o queremos seguirle?
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